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Hay que desarmar el mundo para descubrirlo

María Gabriela Paniagua Cabarrus

Desde mi nacimiento, fui una niña curiosa. A diferencia de la mayoría, no me interesaban las muñecas, prefería los carritos con partes móviles, los rompecabezas y cualquier cosa que pudiera desarmar para explorar su funcionamiento interno. 

Mis primeros encuentros con la lectura fue una enciclopedia que encontré en la parte superior de la librera de mi casa con el título: ¡Hágalo usted mismo!, con tomos de carpintería, electricidad y otros temas que capturaban mi atención. Este interés por las áreas técnicas y manuales generaba desconcierto en algunas personas, que intentaban cambiar mi comportamiento y convencerme de adoptar roles más convencionales para una niña. 

Mi felicidad estaba en el desarme de aparatos electrónicos en casa, como la plancha o la radio cuando se averiaban. Cada ocasión se convertía en una oportunidad perfecta para explorar y entender qué se ocultaba en su interior. A pesar de las expectativas sociales que me llevaban a sentirme diferente, seguía explorando con fascinación. 

Mis aspiraciones iniciales eran ser astronauta o bombera, pero la falta de referentes familiares en esos campos limitaba mi conocimiento sobre esas profesiones. A punto de ingresar a la universidad, sin una carrera clara en mente, descubrí los estudios de química e ingresé a la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC).  La perspectiva de trabajar en laboratorios fue lo que me convenció en mi elección.

En la universidad me di cuenta de que era una científica de corazón. La licenciatura en química abrió ante mí una variedad de posibilidades en áreas tan diversas como la educación, la salud, la agricultura y diferentes sectores industriales, como alimentos, cosméticos y pinturas. 

Después de varios años de experiencia laboral, la búsqueda de nuevas oportunidades me llevó a obtener una beca para estudiar en la Universidad de Tasmania, Australia. Allí, inicié una maestría en ciencias aplicadas y continué con un doctorado, centrándome en la creación de instrumentos portátiles para el análisis de contaminantes en agua. Finalmente, mi sueño de trabajar en la creación y desarme de dispositivos electrónicos se hizo realidad. 

En 2020, fui reconocida internacionalmente al obtener el segundo lugar en el concurso: “Inspirando mujeres en STEM, Science in the Pub”, organizado por la Universidad de Tasmania, el premio fue otorgado por el desarrollo de un taller de ciencias realizado con el Club de Niñas de la Biblioteca Paco Piñas de Chimaltenango. 

Han pasado más de dos décadas desde que comencé mi carrera universitaria y sigo explorando los rincones de la química. Mi experiencia en Australia también me enseñó sobre la importancia de la divulgación científica. En Guatemala lidero dos proyectos de investigación en el área de contaminación ambiental: La determinación de Bisfenol A en leche materna y la búsqueda de micro plásticos en glaciares antárticos. 

Además, me dedico a informar a la niñez sobre las carreras científicas, inspirándolos a estudiar y seguir sus pasiones sin depender únicamente del azar para alcanzar sus sueños.